Aaron Cheak
A un lado histórico, cabe señalar que las ubicaciones de Júpiter y Saturno no coinciden en estos signos en lo efímero del siglo V a.C. Ciertamente no coinciden en las fechas acordadas para el nacimiento de Platón (circa 428/427 o 424/423). No he explorado la literatura sobre la datación del nacimiento de Platón para determinar si Maternus se ha discutido o no a este respecto. Baste decir que, si bien esto no puede tomarse como una carta estrictamente histórica, sin embargo sirve como una imagen simbólica importante del carácter de Platón dentro de la tradición helenística. Dicho esto, lo que destaca de la carta de Platón dada por Materno es que está gobernada por Saturno (es decir, el gobernante planetario del signo ascendente, Acuario). Saturno, el gran maléfico, es el principio de realidad por excelencia. Él aporta estructura y resistencia, nos guste o no. Al igual que la gravedad, permanece después de que todo lo demás se desmorona. Como Philip K. Dick dijo una vez,»la realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece».
Esta cualidad «perenne» de Saturno es profundamente emblemática del papel de Platón como gran arquitecto de la teoría de las Formas, esas realidades eternas que perduran más allá de la génesis y la corrupción del mundo material, que en sí mismo es meramente un espejo transitorio de las estructuras eternas de la realidad. Es precisamente gracias a la perseverancia de esta idea que el propio Platón ha gozado de una resistencia innegable en la tradición filosófica occidental. Como observó Alfred North Whitehead: «La caracterización general más segura de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas al pie de Platón».
Saturno está en Libra en la carta de Platón, y de acuerdo con el sistema tradicional de dignidades, se dice que es exaltado en esta posición. Saturno puede ser una fuerza extraordinariamente difícil, pero cuando se exalta, sus funciones se ejercen de manera eficiente, incluso positiva. Libra, además, es el hogar de Venus, y aquí el rigor de Saturno trabaja para establecer la belleza y la armonía, dos de los conceptos filosóficos más importantes del canon platónico.